Rostros emblemáticos. Las delaciones de piel a piel de Eduardo Bárcenas

 

 

Por Susana Benko.

Eduardo Bárcenas, artista nacido en Maracay, estado Aragua, está consciente de que su obra no se explica a través de descripciones técnicas y formales, como tampoco desde la visualidad pura. Importa, más bien, percibirla en sus aspectos más íntimos que impulsan el trasfondo conceptual de su trabajo. En efecto, es desde el pensamiento -y desde la sensorialidad- que el artista propone su lectura.

De este modo nos acercarnos a sus Delaciones y a sus Sustancias preeminentes, títulos de una serie de cabezas que develan la interioridad del pensamiento. Y es que hablar de pensamiento, es hablar asimismo de la palabra, ya que esta es elemento esencial -y primigenio- de la condición humana.

Pero esta búsqueda viene de más atrás, cuando este artista, a través de pinturas muy gestuales, invisibilizó la angustia y el grito al recubrir segmentos de rostros -o de bocas- a través de atmósferas blancas. Más tarde, sucedió lo contrario: pintó grandes rostros macizos, sólidos, de cuya piel se delata una acumulación de palabras e ideas. Pudiera pensarse que aquí se le planteaba, o bien un punto de quiebre, o, la lógica continuación de un proceso creativo, pues, la pandemia propició al artista otras maneras de trabajar este tema. Sin materiales, en aislamiento, Bárcenas se las ingenió para dibujar y realizar cabezas con materiales precarios. Siguiendo con su habitual monocromatismo, cada rostro -dibujado o construido tridimensionalmente con alambre y papel- expresaba contenidos diversos, algunos en diferentes idiomas, integrándose o develándose a través de la piel. Un proceso que define el carácter psicológico y antropológico de la obra de Eduardo Bárcenas. 

Entonces, si antes el yo se enmascaraba en su fragilidad, sucede luego lo contrario: no se enmascara. Se delata. De allí el concepto de delaciones, pues se trata de delatar -develar- contenidos, significaciones, resonancias que se dan esencialmente a través de la grafía del pensamiento escrito y mucho, es bueno recordar, de la poesía. Bárcenas, amante lector de poesía, ha señalado: “Cuando me develo, soy otro”. Porque la palabra, y más si proviene de la poesía, es aquella que trastoca o vulnera interioridades.

Se trata, entonces, de un ejercicio de discernimiento al visualizar multiplicidad de sentidos entre “capas de piel”. En cada cabeza hay pensamientos de toda índole: referencias geográficas, poesía, música. También, de manera velada, está la muerte, propiciadora de palabras, de subjetividades.

El término delación, en este caso, significa sacar a la luz estos contenidos en principio velados. Toca al espectador descubrir segmentos de escrituras, algunas encubiertas, otras superpuestas, entre “capas de piel”. Percibir de este modo la sustancia preeminente de lo humano, que es inmenso, que es infinito.

De allí que el artista enfatice que su obra se aprecia desde la reflexión poética y filosófica y no precisamente por su tratamiento formal. Desde esta perspectiva, la palabra deviene imagen. Ver implica pensar, o, dicho de otro modo: se trata de pensar humana y sensiblemente a la imagen.