El colombismo de un poeta (IV) Las resonancias prismáticas del modernismo



 

 

Por Rafael Castillo Zapata.

La pulsión utópica presente en Baedeker 2000 se singulariza por el hecho de que la lucha emancipadora en la Venezuela de su época pasa, en primer lugar, por la exigencia de derrocar al dictador y fundar las bases de un republicanismo democrático renovado. Esta imagen del poeta como conductor de pueblos -en América, dice Blanco, siempre en trance de ser descubierta, “el mundo está a la retaguardia del Poeta”- lo coloca en la misma longitud de onda de grandes poetas ecuménicos como Walt Whitman o Vladimir Maiakovski, ambos potentes cantores visionarios del porvenir americano, desde la perspectiva de una América protestante e industrializada, cuya deriva histórica contrasta fuertemente con la de la América católica y colonial, en la que todo estaría, todavía, por hacer. El porvenir que encarna la potencia germinal de la América emblemática que Blanco postula, es más bien el de la América martiana, una América que debería convertirse en modelo de inclusión cosmopolita arraigada en las singularidades culturales y sociales de nuestra herencia latina.

La función descubridora de mundos, anunciadora de justicias y climas, ansía renacer para dignificación del Hombre y del Poeta. He allí el estado de alma colombiata. El colombismo aspira al regreso del Poeta a la humanidad. […], como experiencia de lírica revolucionaria, aspira a lo clásico: situar al artista en la proa de la humanidad; reivindicarle su función creadora, descubridora de mundos.

La potencia eufórica de la arenga multitudinaria es otro aspecto de la performance de aquellos dos gigantes -Whitman, Maiakovski- que Blanco comparte con ellos. Poeta militante, poeta conspirador, poeta de la resistencia, poeta comprometido abiertamente con la regeneración democrática de Venezuela, Blanco no sólo fue un gran orador político en distintas tribunas nacionales y extranjeras; fue también un excelente declamador, lector conmovedor y convincente de sus propios poemas. Proteico y prometeico, el poeta se presenta en el poema como un mediador universal de las voces de los otros, resonador prismático de las voces de un pueblo que se unifican en la suya y se proyectan multitudinariamente, ordenadas y encauzadas por la clarividencia y la sensibilidad de la conciencia que las canaliza.

Medio millón de hombres se sacaron de los pechos sus gritos de múltiple tono, sus imprecaciones, sus sarcasmos, sus quejas, sus oscuros pedruscos de voz, y los fueron mezclando en el sombrero de un hombre. El hombre se cubrió la cabeza, marchó adelante, subió al estrado y la lengua le retoñó en el tallo de una palabra mestiza, redonda, prieta, sustancial, macerada en medio millón de ritmos y cuajada en una verdad resplandeciente. Después, aquella palabra entró por medio millón de orejas y a cada pecho regresó su grito superado en frescura, en amor y en conciencia.

(Mitin)