La tríada de Abidos leída por Plutarco

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

Cuenta la tradición egipcia que, de la unión de la diosa del cielo y el dios de la tierra, nacieron Osiris, Isis, Neftis y Seth. En Plutarco, Seth es identificado con Tifón, el monstruo mitológico griego que representa la destrucción y la discordia.

Osiris, rey civilizador de Egipto, fue traicionado por Tifón, quien lo encerró en un cofre y lo arrojó al Nilo. Isis, su esposa y hermana, emprendió su búsqueda y halló el cuerpo incrustado en el tronco de un árbol. Tifón entonces lo desmembró en catorce partes.

Ayudada por Neftis -consorte del traidor, que transita entre la luz y la sombra- y por Anubis, hijo suyo con Osiris, Isis recuperó las partes del cuerpo (excepto el falo, devorado por los peces del Nilo). Gracias a sus poderes mágicos, logró reconstruirlo y concebir a Horus, quien fue criado para vengar a su padre. Anubis se convirtió en el guardián del tránsito de las almas hacia el más allá, donde desde entonces reinó Osiris.

Horus enfrentó a Tifón/Seth y, tras su victoria, Isis intercedió por el vencido, reafirmando el principio de equilibrio entre opuestos: luz y oscuridad, orden y caos, tan propio de la tradición egipcia.

Para Plutarco, Osiris encarna la razón y la fertilidad; es el logos eterno, la fuerza espiritual vinculada al orden del cosmos y a la transmisión de la verdad. Isis configura la inteligencia activa, la búsqueda del saber y la devoción del alma que se esfuerza por reconstruir lo divino fragmentado; es mediadora entre lo humano y lo sagrado, entre el misterio y la revelación. Plutarco vincula su figura con la filosofía en tanto que persiste, investiga y guía hacia lo trascendente.

Tifón alude a la fuerza desestabilizadora que obstaculiza el camino al conocimiento. Plutarco lo interpreta como una energía opresora que actúa en el mundo y en el alma. La confrontación entre Osiris e Isis contra Tifón simboliza la lucha entre la razón y la ignorancia, entre el espíritu que aspira a la verdad y las pasiones que lo desvían.

Horus, el hijo de Osiris e Isis, personifica la restauración del orden. Según Plutarco, es la fuerza activa y renovadora surgida de la unión del logos y la inteligencia activa. Es el resultado del esfuerzo por superar el caos y alcanzar la armonía; símbolo de la regeneración y la continuidad del ciclo cósmico.

La tríada de Osiris, Isis y Horus, venerada en Abidos –ciudad donde se creía que estaba la tumba de Osiris-, es interpretada como una estructura simbólica de la condición humana. Para Plutarco, este mito egipcio confirma que todas las religiones tienden hacia el mismo fin: el conocimiento del Ser y la armonía con el cosmos.