Los viajes de Orfeo: el paso por el averno

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

La habilidad poética fue considerada por la tradición griega como una gracia que cantaba las intenciones divinas que signaban los padecimientos temporales; con Orfeo, la asunción de tal privilegio colocó esa resignación trágica en un nuevo estado. Desde su mito, la palabra cantada supuso una elevación espiritual que reconocía y aceptaba la inspiración revelada en la íntima soledad del dolor. Su historia impulsó en la antigüedad, de manera críptica, el cuidado humano ante los oscuros designios de la vida temporal.

Los viajes narrados de sus aventuras ofrecían una manera diferente de asumir las relaciones con los mitos que construían entonces la cultura helénica. Desde las ensoñaciones órficas comenzó a perfilarse la noción de una conciencia personal, capaz de reconocer las profundidades del propio andar. Aunque el nombre se asociaba a una antiquísima aventura heroica, la figura de Orfeo se hizo popular al introducir el viaje al mundo de los muertos como una senda cuyo tránsito atento moderaba las cargas mundanas.

La fábula contaba que la mujer de Orfeo, Eurídice, había muerto al recibir en el tobillo el diente de una serpiente. El poeta enamorado osó ir hasta el tártaro a buscarla. En el camino encantó al barquero Caronte, al perro Cerbero y a las sombras de los seres privados de luz. Al llegar ante Hades y Perséfone, su canto conmovió los divinos corazones y le concedieron permiso para volver al mundo con su amada; pusieron una sola condición: que no la mirase hasta que ella haya dejado los oscuros valles del Averno. Eurídice subió tras Orfeo por los mudos silencios de un oscuro sendero. El imprudente enamorado, al llegar al borde mismo de la luz, se giró para verla. Ella, sin haber dejado aún el pasillo infernal, se alejó como el humo.

El cuento se convirtió en el motivo central de la leyenda órfica. El nombre de Eurídice parece de origen macedónico, por lo que se conjetura que el cuento aparece alrededor del siglo IV a. C., cuando Macedonia era la mayor potencia griega. Lo cierto es que, durante todo ese siglo, Orfeo gana popularidad literaria y plástica por su condición de mediador con el Más Allá.

Las versiones más completas de esta historia son bastante tardías, las de los romanos Virgilio y Ovidio. El descenso al abismo de Orfeo construye una paradoja: el poeta fracasa en su propósito, pero su transgresión, aceptada y puesta a prueba, hace que su deseo, su ímpetu, trascienda y se haga signo del humano devenir. Desde entonces, sus hazañas escritas se hicieron agenda a seguir para aquellos que anhelaban, tras la muerte, un trato diferente al común de los mortales.


La unidad de la razón natural