Delfos: ombligo del mundo antiguo

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

La mitología griega cuenta que el rey de los cielos hizo volar a dos águilas desde extremos opuestos de la tierra; las aves se encontraron sobre un paisaje severo y agreste en el Parnaso. Allí, el implacable Kronos devolvió la piedra que la madre de todos los dioses, Rea, le había dado cuando quiso devorar a su hijo Zeus. La roca, que tenía forma de cúpula alta, se la conoce como ónfalos (όμφαλος) que en griego significa ombligo. En ese lugar se levantó el oráculo más influyente de la antigüedad, el de Delfos, que se convirtió -según Pausanias- en el centro cósmico del mundo donde la comunicación entre los hombres, los muertos y los dioses era posible.

El texto más antiguo que se conoce sobre el lugar es el Himno homérico a Apolo, cuya fecha de composición y autoría han sido causas de muchas polémicas. Hoy hay acuerdos que reconocen que el texto está formado por dos himnos. El primero refiere las errancias de Leto, la de hermosa cabellera que, preñada, evadía a la celosa Hera para parir a las dos luces del cielo, Apolo y Artemisa; la fecha aproximada de esta composición sería el 660 a. C. En el segundo se cuentan las hazañas del dios Apolo para instaurar su templo oracular en la rocosa población de Delfos; se dice que fue compuesto en el 585 a. C. Se podría asumir como provisional teoría consensual que la forma final del famoso himno data de algún momento del siglo VI antes de la era actual, pero nada es totalmente seguro. Se canta en ese himno que el recinto sagrado fue fundado por navegantes cretense que el propio dios Apolo encaminó hasta el lugar, tras exterminar con sus saetas al enorme dragón o gigantesca serpiente, Pitón, descendiente de la antigua diosa Gea, que custodiaba la fuente junto a la cual el dios había decidido levantar el oratorio.

Otras fuentes, menos poéticas, cuentan que la ciudad de Delfos se asentó en las laderas suroestes del monte Parnaso a finales de la Edad de Bronce (entre 1500-1100 a. C.) En lo que sí concuerdan casi todas las fuentes, aunque no haya ningún dato arqueológico que lo verifique, es que desde finales del siglo VIII antes de la era común, las consultas délficas comenzaron a hacerse la íntima referencia religiosa de los acontecimientos ocurridos en la antigüedad griega. Según narran las leyendas, los oráculos del brillante y peligroso dios Apolo, el que hiere de lejos, se consideraban revelaciones sagradas que ayudaban a dilucidar sobre los cambios religiosos, sociales, comerciales y políticos que dieron a la cultura helena un sentido humano que se expandió más allá de los confines mediterráneos.

En los siglos antiguos, muchos fueron los que se acercaron a esta pequeña ciudad rocosa para escuchar las palabras apolíneas anunciadas por sus pitonisas. Los oráculos de Delfos fueron escuchados por políticos y guerreros, que apremiaban apoyos divinos para guiar a sus pueblos. El Templo de Apolo fue visitado, con variable frecuencia, hasta finales del siglo IV de nuestra era, cuando el emperador romano Teodosio, abolió el paganismo y promulgó al cristianismo como la religión oficial del Imperio.


La unidad de la razón natural