Teatro Municipal de Caracas

 


 

 

Por Álvaro Mata

Inicialmente conocido con el nombre de Teatro Guzmán Blanco, el mandatario que ordenó su construcción, el Teatro Municipal de Caracas se inauguró en el año 1881, según proyecto del arquitecto francés Esteban Ricard y modificaciones realizadas por el ingeniero venezolano Jesús Muñoz Tébar, en los terrenos que ocupara el Templo de San Pablo, en la zona de El Silencio.

Esta emblemática construcción caraqueña pasó a convertirse de inmediato en uno de los teatros sudamericanos dedicados exclusivamente a la ópera y a la música académica, hasta que algunas décadas después se abrió a otras manifestaciones artísticas, como la danza, con la presentación de la célebre bailarina rusa Ana Pavlova en 1917.

A lo largo de sus 140 años de existencia, el Teatro Municipal ha sufrido constantes modificaciones, que han actualizado su decimonónica estructura. Así, se sustituyó el sistema de iluminación de gasolina por uno de electricidad y el piso de mosaicos del vestíbulo por láminas de mármol, se cambiaron los vidrios policromados por otros monocromos, se demolió el área de té, se colocaron nuevas lámparas y espejos, y más recientemente se remplazó el ornamentado plafón por un frío techo de madera pulida.

Pero en el año 1949, a raíz de la construcción del vecino Centro Simón Bolívar, icono de la modernidad obra de Cipriano Domínguez, el Teatro Municipal sufrió no una modificación, sino una amputación imperdonable para la arquitectura venezolana. El frente del teatro, que remataba en un pórtico semicircular, fue mutilado, desapareciendo el atrio y el vestíbulo original. En su lugar, la nueva fachada presenta un desnudo frontón triangular, que a todas luces anuncia al transeúnte que algo falta.

Durante casi un siglo, el Teatro Municipal de Caracas, hoy conocido con justicia con el nombre de Alfredo Sadel, fue testigo de los espectáculos nacionales e internacionales de más alto nivel de ópera, ballet, música y artes escénicas en general, hasta que nuevos escenarios vinieron al quite.

En la actualidad, se presentan en él espectáculos de variada índole, siendo la ópera el género que mejor se aviene a su íntima y elegante atmósfera, pues a pesar de todas las modificaciones a su estructura, el espíritu originario del teatro se ha mantenido intacto.