Denise René o la pasión por el arte en movimiento

Aunque su nombre de nacimiento fuera Denise Bleibtreu, la historia del arte la inmortalizó como Denise René, la gran artífice, la infatigable galerista de origen húngaro que se dedicó hasta el final de sus 99 años de vida a tejer la urdimbre invisible del arte abstracto y cinético.
En plena posguerra, París era el epicentro de las vanguardias, pero el arte cinético y constructivo aún buscaba un bastión. En 1944, en el 124 de la Rue La Boétie, René acometió el proyecto de su vida: abrir una galería que llevara su nombre. El detonante había sido su encuentro en 1939 con Víctor Vasarely, proveniente de Budapest, quien la convenció de convertir su tienda de objetos en un templo para la nueva estética. La primera exposición, Dibujos y composiciones de Vasarely, selló una alianza artística que se mantendría fiel a la abstracción geométrica como pocos galeristas en el mundo.
El secreto de Denise René no radicó en la variedad, sino en la fidelidad a una misma estética. Desde ese anclaje, su galería se convirtió en el faro internacional del movimiento. Pero sería en 1955 cuando cristalizaría su legado con la exposición Le Mouvement, curada por Pontus Hulten. Si bien décadas antes Duchamp, Moholy-Nagy y Gabo habían coqueteado con el movimiento, fue esta muestra la que presentó al mundo, con una fuerza inusitada, una estética donde la transformación, la vibración retinal y el motor eléctrico tenían el protagonismo absoluto.
Allí convergieron los ya consagrados Marcel Duchamp y Alexander Calder, junto a figuras que apenas comenzaban a desarrollar un lenguaje propio. Entre estos jóvenes, el talento venezolano encontró su trampolín. Jesús Soto, con una obra aún incipiente en París, participó de aquella exposición inaugural y, de la mano firme de René, comenzó el Soto que el mundo entero hoy conoce. Otro tanto ocurrió con Carlos Cruz-Diez, quien, fascinado por la muestra, participaría en la segunda edición, Le Mouvement 2 de 1964, y cimentaría su carrera con el apoyo de la galerista. El radio de acción de Le Mouvement fue tan potente que diez años después dio pie a la fundamental The Responsive Eye del MoMA en Nueva York. Fiel a su filosofía, René fue precursora en la democratización del arte. Acogiendo el Manifiesto Amarillo de Vasarely, rechazó la idea de la obra de arte única reservada a una élite, y abrió las Ediciones Denise René para crear originales y múltiples numerados y firmados. Lo que importaba, sostenía el propio Vasarely, era “la idea plástica inicial”, no la exclusividad del objeto.
Más allá de las exposiciones y las ediciones de múltiples, la contribución esencial de Denise René fue la de reafirmar la figura del galerista como co-creador de la historia. Ella no fue una simple comerciante; fue una curadora avant la lettre, una apasionada que apostó su vida por una convicción estética en una época de escepticismo.
Imprimir texto
