Jorge Chacón: paisaje y color

La tradición del paisajismo en el arte venezolano es rica en propuestas y matices, y el nombre de Jorge Chacón representa un capítulo al que debemos volver porque su obra, vibrante y llena de color, conserva una frescura y una vigencia que la hacen atemporal, invitándonos a redescubrir la vitalidad de la naturaleza a través de sus ojos.
Oriundo de San Cristóbal, Chacón llegó a Caracas en 1952, donde desempeñó los más diversos oficios. Al poco tiempo, y estimulado por Miguel Arroyo, comenzó a estudiar dibujo, pintura y composición en el Taller Libre de Arte y en la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas. No tardaría en encontrar su querencia en los valles de Aragua, en Sabaneta, una población rural con exuberantes arboledas y sembradíos, adonde se internó en la década de los setenta.
Chacón propuso una nueva lectura del paisaje, lejos de la mera representación. Su visión era colorista, lúdica y expresiva, transformando el paisaje en algo visceral y profundamente personal. Asumió el reino vegetal a través de masas orgánicas de color, plasmando empalizadas, valles y bosques en sus lienzos. Predominan los paisajes diurnos, aunque su obra también abarcó barriadas urbanas, marinas, retratos, naturalezas muertas y bodegones. Cuando el hombre aparece en sus obras, lo hace envuelto en la maraña vegetal, apenas sugerido, como las rancherías que bordean los sembradíos, dejando claro quién es el verdadero protagonista.
Chacón lograba una abstracción del paisaje a través de una técnica que lo acerca a la vehemencia del fovismo y al expresionismo, creando una pintura lírica y casi gestual donde predominan el amarillo, el violeta, el azul y los grises. La serie donde exploró la exuberancia del Amazonas es muestra de su instinto y espontaneidad. Especial mención merecen sus platanales y camburales, cuyas exuberantes hojas fueron protagonistas de su trabajo durante un buen tiempo. Rodeó su casa con siembras de matas de cambur, y allí, con lupa de artista, creó la emblemática serie “El solar” a finales de los años 80. “Yo estoy rodeado por el paisaje: el cielo, las montañas, el sol, los camburales, se meten en mi vida todos los días. Y los amo”, decía.
A lo largo de su carrera, presentó casi una veintena de exposiciones individuales y recibió numerosos premios. Pero más allá de estos reconocimientos, Jorge Chacón permanecía, entre las estrecheces cotidianas, subyugado ante la fuerza inconmensurable de la necesidad expresiva. A propósito, afirmaba convencido: “La pintura es la razón de mi existencia. Un placer que no podría explicar pero que me mantiene feliz frente a las adversidades”.
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