UN POEMA ENMENDADO. T.S. ELIOT ANOTA LA TIERRA BALDÍA



 

 

Por Rafael Castillo Zapata.

Peter Ackroyd, uno de los primeros biógrafos de T. S. Eliot, reconoció que el empeño por precisar el sistema de referencias que sostiene la compleja estructura de La tierra baldía resulta, según él, un juego estéril. Sin embargo, la búsqueda de las fuentes a las que recurrió el poeta para armar su libro ha sido una de los afanes más persistentes de la crítica. Este afán contradice la opinión del propio Eliot, quien afirmara en una ocasión que, al escribir La tierra baldía, y son sus propias palabras, “ni siquiera me preocupé de si entendía lo que decía”. Pero los críticos siempre han querido entender lo que consideraron, desde el principio, una obra hermética. Y ha sido ese afán de aclaración el que ha constituido en buena medida la fama de libro oscuro y esotérico que La tierra baldía arrastra desde su aparición.

En este sentido, me atrevo a insinuar que el probable hermetismo del libro no proviene tanto de la multiplicidad de alusiones eruditas que tenía en mente el poeta al componer sus escenas -sin el conocimiento de éstas, un lector ignorante, espontáneo, puede entrar en el mundo representado en el poema y asimilar el acontecimiento y el pensamiento implicados en el mismo-, sino en las formas en las que la crítica ha intentado rastrear e identificar los vínculos textuales de La tierra baldía complicando, especulativa y conjeturalmente, la diversidad de los mismos, en su, cada vez, más refinada, inquisitiva y rebuscada apuesta por determinar las connotaciones y las implicaciones históricas, culturales y antropológicas del texto.

El mismo poeta se dejó influir por este punto de vista y aceptó incorporar una breve página introductoria a la edición del texto en forma de libro, añadiendo un peculiar conjunto de notas explicativas. Estas intervenciones a posteriori son, en buena medida, producto de las exigencias de “claridad” o de “orientación” de la lectura provenientes, sobre todo, de los editores. De cualquier modo, estas notas “aclaratorias” del poeta se quedan cortas en su afán de explicación. Muchas de ellas tienen el carácter de meras indicaciones bibliográficas; otras consisten en citas o en glosas; muy pocas funcionan como verdaderas interpretaciones de las supuestas “oscuridades” del texto. Muchas, por el contrario, plantean nuevos enigmas, y, como suele decirse, por aclarar, oscurecen. Pero como, en poesía, la oscuridad es riqueza, las notas se leen como otro poema, tan misterioso y seductor como el que intentan enmendar.