Teogonías órficas

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

Las teogonías griegas trataban sobre el origen de los dioses y su organización para establecer el orden natural. Para los poetas teólogos (theológoi), la jerarquía divina era fundamental para cualquier explicación sagrada que intentara fundamentar las creencias culturales.

Las teogonías órficas, en lugar de seguir la narrativa tradicional, reinterpretaban y reordenaban la genealogía divina conocida de acuerdo a las necesidades temporales y circunstanciales de los poetas que, en cada época, se dejaban encantar por la voz de Orfeo. A pesar de las diferentes versiones que surgían, la creencia en la trascendencia del alma y la responsabilidad que cada cual tenía sobre su propia existencia eran siempre el camino a seguir. Se creó así una sólida tradición literaria que retroalimentaba las nociones originales y las mantenían actualizadas ante los cambios sociales.

Se atribuyen a los órficos varias teogonías cuyos relatos coinciden en líneas generales con la de Hesíodo, pero a la que añaden elementos originales. En ellas, el cosmos pasa por dos creaciones separadas por un segundo demiurgo, representado por Zeus, quien, al ingerir al primer demiurgo, o una parte de él, engendra en sí un nuevo orden más acorde con una inteligencia racional. Desde los primeros tiempos la mitología órfica planteaba la relación entre lo uno y lo múltiple; asunto de grandes disputas entre los pensadores antiguos. La unidad de lo múltiple será el tema que cruzará la historia del orfismo desde los materialistas presocráticos hasta los idealistas neoplatónicos de la era cristiana.

Podemos hablar de dos líneas teogónicas órficas, no necesariamente dispares.

Están las teogonías que hacen de la Noche lo uno abismal. Tras un proceso de disociación, seguido por una fase de reproducción sexual de las parejas divinas primordiales -Urano y Gea, y luego Crono y Rea-, los dioses se revelan y se forma el cosmos. Se cuenta que los textos órficos que conocieron Platón y Aristóteles seguían esta referencia de Noche como el resguardo original de todo.

Están también las teogonías que aluden a la configuración de un huevo cósmico engendrado por Tiempo y puesto en la Oscuridad, del que emergió Fanes, el Resplandeciente, identificado con Eros, la deidad primera y el origen de la procreación. Gracias a él nace la Noche y se crean Cielo y Tierra. El primogénito de los dioses decide pronto retirarse a un lugar elevado desde donde ilumina todo. Su cetro heredado por Urano será tomado por Crono, quien lo perderá luego ante Zeus. Se cuenta que, por recomendaciones de Noche, el joven rey de los dioses engulle al viejo Fanes, para gestar un nuevo ciclo cósmico con los consejos de la inteligente y astuta Metis.

Las teogonías órficas añaden a la secuencia de tres dioses establecida por Hesíodo, Urano, Crono y Zeus, otras divinidades anteriores, Fanes y Noche, y agregan un reinado posterior, el de Dioniso. Se habla entonces de seis reinos divinos.

La historia de Dioniso Zagreo, el niño dios hijo de Zeus, muerto y vuelto a nacer, será el relato fundamental de los misterios de Orfeo. Desde la conmemoración de su pasión, el misticismo de los órficos reconocerá la participación del alma humana en la eternidad divina.


La unidad de la razón natural