El último viaje de Orfeo

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

Cuentan que el pesar, el dolor y las lágrimas fueron los alimentos de Orfeo tras la pérdida definitiva de su amada. Sin posibilidad de consuelo, el vate se alejó de toda compañía femenina y sus invocaciones matutinas, retirado en las montañas, honraban exclusivamente las bondades de Apolo. La íntima soledad y el desconsuelo marcarían una triste vejez.

Aunque su canto aludió siempre a una magia blanca que procuraba una sanación, casi todas las fuentes versionan un violento final para el poeta originario, claramente contrastado con su legendario temperamento pacífico y conciliador. Algunos hablan de su fulminación por un rayo de Zeus. Las motivaciones olímpicas han variado desde el castigo al poeta por ofrecer a los humanos la inmortalidad mediante ritos mistéricos que sorteaban los valores religiosos, hasta la compasión del rey de los dioses, quien puso así fin a los sufrimientos del citarista.

La iconografía del siglo V a. C. muestra a mujeres tracias que lo atacan con todo tipo de instrumentos. El padre de los cantos, en su soledad, quiso dejar de lado los oscuros éxtasis dionisíacos y el dios del poderoso bramido, molesto, hizo que las mujeres embriagadas lo cer-cenaran. Esta será la versión más difundida. La referencia literaria más antigua es una tragedia perdida de Esquilo, Las Basárides, donde quedó anunciado el desmembramiento del orador apolíneo por las Ménades.

Las tensiones con las mujeres se han explicado de distintas maneras. Algunos sostienen que el misticismo órfico censuraba la promiscuidad en las bacanales y procuraba civilizar los ritos dionisíacos. Dicen que tras la fechoría, el propio dios ató al suelo a las homicidas, donde se retorcieron hasta convertise en árboles. También se dice que el descuartizamineto del poeta fue rechazado hasta por el río Helicón, quien se escondió para que las asesinas no pudieran lavarase la sangre.

La renuncia a un comportamiento viril por parte del cantor, la costumbre de hacer secretas reuniones masculinas, fue manejada por algunos como una molestia social, por lo que el comportamiento de las féminas, no necesariamente bacantes, se delata como un reproche humano. Para otros, incluso, los hechizos de Orfeo le habrían dado tanta fortuna y poder, que su muerte respondería a una conspiración política.

La literatura se hace más detallada respecto a este asesinato en tanto los escritores son más tardíos. Esto permite suponer que fue un tema en continua gestación que enriqueció la historia original y transitó el período imperial helenístico hasta la instauración del cristianismo como religión oficial romana. Los cambios en las concepciones religiosas que sucedían a finales de la antigüedad, mientras las reflexiones intelectuales sembraban los terrenos sobre las responsabilidades humanas y sus anhelos de una vida eterna, solapan visiones sobre el último viaje de Orfeo.

Las Musas arrojaron la cabeza del poeta y su citara al río Hebro, que siguieron cantando sobre las aguas hasta llegar a la isla Lesbos, hogar mítico de la poesía.


La unidad de la razón natural