Los viajes de Orfeo con los argonautas

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

La leyenda de Orfeo se remonta a la arcaica saga argonáutica, cuando los primeros héroes navegaron hasta los confines del mundo en pos del Vellocino de oro, a bordo de la rápida Argo. La nave tenía el don del habla gracias a un madero del oráculo de Dodona, el más antiguo de Grecia, que la diosa Atenea insertó en la proa. La aventura gira en torno al encuentro entre el gallardo Jasón, al mando de la expedición, y Medea, la hermosa hechicera de mirada oscura.

Las hazañas argonáuticas de Orfeo parece que fueron conocidas entre los siglos VIII y VII a. C., de ellas habló -dicen- Eumelo de Corinto. A mediados del siglo VI a. C., los matemáticos y místicos pitagóricos ya conocían los misterios relacionados con Orfeo; se cree que algunos hasta usaban el nombre del legendario vate para darle credibilidad a sus escritos: eso ratificaría la popularidad que tenía el cantor y pone en duda su verdad histórica.

En realidad, la visión órfica de la vida no tiene una fecha precisa de inicio. Cierto sí parece que en la Grecia arcaica se arraigó la convicción de que el poeta viajero era el fundador de una religión que preparaba a las almas para alcanzar el Más Allá. Las narraciones argonáuticas contribuyeron a difundir la leyenda de sus virtudes religiosas.

La referencia escrita de Orfeo argonauta más antigua que se conoce es la Pítica IV de Píndaro, del 462 a. C. En esos tiempos se multiplicaban las críticas de quienes, al dudar de la existencia de Orfeo, pretendían también desvirtuar el valor místico que embriagaba a sus seguidores, tomados por charlatanes. Lo cierto es que las cosas de Orfeo comenzaron a estar presentes en las reflexiones filosóficas al discutir si el alma humana era tan divina como la de los dioses, noción que generaba entonces muchas reflexiones. No queda claro si la religiosidad órfica fue la causante de las ideas de eternidad que planteaban los intelectuales, o si los seguidores del poeta revisaban los mitos tradicionales desde la visión que los filósofos comenzaban a dibujar.

La presencia de Orfeo en las distintas Argonáuticas depende del poeta y de la época en que hayan sido escritas. En todas se trata de un mágico cantor convocado por Jasón, con el fin de vencer a las sirenas, tal como le había sugerido el centauro Quirón. Otro papel generalizado de Orfeo en el viaje heroico, fue la de dirigir y aliviar con su canto, el ritmo y la cadencia de los remeros de la nave.

Es difícil relatar con precisión los viajes de Orfeo con los argonautas, pues se trata de una leyenda muy antigua sobre la que se hicieron muchas versiones. Entre las conocidas se articulan diferentes motivaciones. La fundamental sería la que hace del cantor el sostén de la tradición musical y poética de la cultura helénica. Otra sería la que hizo del rapsoda el sacerdote fundacional de las creencias sobre la finalidad de la existencia que, al margen de la tradición mitológica oficial, perfilaron la idea de la eternidad del alma humana, noción de importantes consecuencias en las posteriores convicciones occidentales.

La conjunción de estas motivaciones dispuso a Orfeo como portador de una sabiduría especial, de un conocimiento mágico, con el que era capaz de manejar los secretos de la naturaleza.


La unidad de la razón natural