La Suite Vollard de Picasso en Caracas

 


 

 

Por Álvaro Mata

No hay dudas de que la Suite Vollard, de Pablo Picasso, es una de la serie de grabados imprescindibles del siglo XX, referencia obligada en la historia de la gráfica. Las cien planchas que la componen fueron creadas entre 1930 y 1937, y la mayoría fue seleccionada por el marchante Ambroise Vollard directamente del taller de Picasso, previo acuerdo de intercambio, pues el artista requería para su colección privada algunas pinturas que el marchante poseía.

La serie en cuestión está conformada por grabados realizados al aguafuerte, aguatinta, buril, punta seca y grabado al azúcar, y aunque la Suite Vollard se ha agrupado en algunos núcleos temáticos, no cuenta una historia lineal o no hay continuidad en los temas que presenta, que son los de siempre en Picasso: el cuerpo femenino, el amor, la carne, la violación y el mito del minotauro, entre otros.

En 1950 se imprimieron y salieron a la venta 303 ejemplares de la Suite Vollard, que de inmediato fueron adquiridos por instituciones y coleccionistas privados. Pocas son las carpetas que conservan completos los cien grabados, pues muchos fueron separados para comercializarlos individualmente. Venezuela es uno de los privilegiados países que pudo adquirir la carpeta completa de los cien grabados de la Suite Vollard de Picasso, y la hazaña se la debemos, por supuesto, a Sofía Ímber.

Según cuenta la propia Sofía al periodista Diego Arroyo Gil: “Estuve detrás de ellos durante muchos años. Yo sabía que (el historiador de arte Maurice) Jardot tenía la Suite y logré que nos la prestara para mostrarla (en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas). Venía de una exposición en Brasil y llegó de allá tan mal embalada que hicimos un video para mostrarle aquel desastre a la Galería Leiris (dueña de los grabados). Así evitaríamos que, si alguno de los aguafuertes de Picasso venía dañado, surgiese la duda de que se debía a nosotros. Jardot se impresionó tanto con nuestro trabajo que comenzó a considerar la posibilidad de vendernos la serie a nosotros. Un tiempo después, ya clausurada la exposición en Caracas, me fui a verlo a París y le dije que me la llevaba. Y me la traje sin saber siquiera cómo íbamos a pagarla. Mi hija Adriana (Meneses), que estudió un posgrado en Administración de Arte en Filadelfia, fue una de las personas que más me ayudó a reunir los varios miles de dólares que necesitábamos”.

No había con qué pagar la obra, pero fue fundamental la trayectoria de quien paga siempre a tiempo las piezas adquiridas para el recién creado, y ya prestigioso mundialmente, Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Así pudo lograr Sofía Ímber el milagro de tener la Suite Vollard entre nosotros.

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