El Martirologio de Andréi Tarkovski

 


 

 

Por Álvaro Mata

Andréi Tarkovski vivió 54 años y legó siete películas imprescindibles: La infancia de Iván, Andréi Rublev, Espejo, Solaris, Stalker, Nostalgia y Sacrificio. Son filmes poco convencionales, extraños, que, en su conjunto, abordan el problema de la fe. El suyo es un cine profundamente religioso, que confronta la noción de Dios con nuestro fuero interno para dar cuenta del estado de la (in)sensibilidad del hombre, desde un punto de vista profundamente poético.

De igual manera, acompañando su filmografía, el realizador publicó Esculpir en el tiempo, libro de ensayos sobre su manera de entender el cine, y luego de su muerte apareció Martirologio. Diarios 1970-1986.

La primera edición de estos diarios de Tarkovski se publicó en 1989 en una traducción al alemán, y luego de ser vertidos a varios idiomas, fue en el año 2011 cuando Ediciones Sígueme de Salamanca, España, editó la primera versión al español, a cargo de Iván García Sala.

El libro comienza con el nacimiento de Andriusha, su segundo hijo, y se pasea por los más diversos tópicos íntimos de la vida de Andréi Tarkovski: las ideas para redactar sus guiones, la reacción del público ante sus películas, los detallados cálculos monetarios, la preocupación por tener una casa confortable donde refugiarse, las rencillas en los platós de grabación, su afición por la parapsicología, el exilio en Occidente y los amigos que allí hizo, y los muchos escollos que el monstruo burocrático soviético le puso para poder filmar sus películas.

Pero si un episodio en particular justifica el título del diario, Martirologio, ese será la separación primero de la esposa y luego del hijo, cuando Tarkovski viaja a Italia contratado por la RAI para filmar la película Nostalgia. Si bien el realizador era respetado y admirado por los espectadores de su país, las autoridades soviéticas recelaban de su trabajo y evitaban su difusión por considerarlo elitista, individualista y por la revisión que hacía de la religiosidad. De manera que para ejercer presión sobre su libre albedrío y obligar a Tarkovski a regresar a la Unión Soviética, las autoridades del buró político cultural negaban el permiso de salida a sus familiares.

Luego de cinco años de desgaste burocrático, que se reflejan en cientos de páginas del diario que rozan el absurdo, las gestiones realizadas por notables personalidades de la política y la cultura, aunada a la precaria salud del creador menguada por el cáncer, lograron el esperado reencuentro con el joven Andriusha. Andréi Tarkovski moriría once meses después de reunirse con su hijo.

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